Andrea había soñado con su viaje a Santa Marta durante todo el año. La idea de relajarse en la playa y disfrutar del sol le emocionaba enormemente. “No necesito protector solar”, pensó, convencida de que con un poco de exposición al sol, conseguiría ese bronceado perfecto que todas admiraban. Decidió no llevar ningún producto que pudiera ralentizar su tan esperado "bronceado natural".

Sin embargo, la realidad fue muy diferente. El primer día de su viaje, se tumbó bajo el sol, disfrutando de la cálida brisa del Caribe. Al principio, todo parecía ir bien, pero a las pocas horas comenzó a sentir un ardor en la piel. Cuando se levantó para ir al mar, Andrea se miró al espejo y vio que su piel estaba completamente roja. ¡Era una quemadura solar de las grandes!

El resto de su viaje fue un desastre. Pasó sus días bajo la sombra, aplicando cremas para aliviar el ardor, mientras sus amigas se divertían al sol. Para colmo, el "bronceado" que había logrado fue opacado por las marcas rojas y dolorosas de las quemaduras. Andrea juró no volver a hacer el mismo error. Al año siguiente, no solo empacó protector solar, sino que también compró Chicpie. Gracias al autobronceador, pudo disfrutar de su siguiente vacaciones sin miedo al sol. Nunca más dejó que su piel la traicionara.